Pero yo, a los 17, aprendí lo que es tener a alguien que no se atreve a ti.
Alguien que te desea, pero no se va a entregar.
A los 17, aprendí a contener mis expectativas,
A aprender que me conformo con lo que hay.
Lo que me merezco quedó en otro plano.
Para siempre.
A los 17 aprendí que los amores de antología no existen.
Que la gente hace lo que quiere.
Que el amor se debe limitar.
Que el amor debe esperar. A nunca.
A eso que nunca va a llegar.
Porque todo es como a los 17:
Sin amor, sin final, sin explotar
Sin remanso, repetición, ni cadencia.
Sin remanso, repetición, ni cadencia.
Porque hay que esperar.
Hay que tener cuidado
No vaya a ser que haya que asumir las consecuencias.