jueves, 13 de marzo de 2014

La vida es bailar


Siempre he pensado que si yo hubiera vivido en los años 20’s 30’s yo hubiera sido cabaretera de vaudeville, también he pensado (como seguramente la mayoría de los pseudoalternativos de mi generación) que si hubiera vivido en los 60’s y 70’s hubiera sido hippie, pero ese es otro tema. El punto es que si tuviera vidas pasadas, y pudiera escoger alguna de ellas, escogería ser como Liza Minelli en Cabaret, osea como Sally Bowles.
Desde no hace demasiado tiempo (digamos unos cinco años) he descubierto que bailar me encanta. Siempre me ha encantado. Recuerdo cuando tenía como tres o cuatro años y me ponía a bailar con mi papa sin ninguna razón en específico, sólo por el gusto de bailar. Pero estar consciente de que es algo que realmente me encanta es algo que sucedió hasta hace no mucho, lo cual no es bueno, porque de haberlo sabido antes hubiera presionado insistentemente a mis papás cuando era pequeña para que me metieran a todo tipo de clases de baile además de las ocasionales clases de jazz a las que llegué a ir.
 
Supongo que ha de ser por las endorfinas y todos esos motivos científicos por las que bailar pone de buenas a la gente, pero desde mi punto de vista es mucho más que eso. Creo que no hay nada más emocionante que bailar alguna salsa movidona, nunca he tenido una mejor conciencia de mi cuerpo que durante mis clases de jazz del Tec, y también bailar saca mi lado más cachondo ¡Cómo me encanta!
Entonces me doy cuenta de que si bien ya no existen cabarets como los de Chicago, en donde podría hacer un enorme despliegue de sensualidad a través del juego de la actuación, sí puedo continuar con lo que ha sido mi única amante de toda la vida, la incondicional y permanente pasión por bailar.
Esas ganas de cerrar los ojos al ejecutar cada paso, esa sensación de que cada movimiento sigue naturalmente al anterior y que mi cuerpo es uno con la música, eso es lo que sólo puedo sentir cuando bailo.

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