Siempre he pensado que
si yo hubiera vivido en los años 20’s 30’s yo hubiera sido cabaretera de
vaudeville, también he pensado (como seguramente la mayoría de los
pseudoalternativos de mi generación) que si hubiera vivido en los 60’s y 70’s
hubiera sido hippie, pero ese es otro tema. El punto es que si tuviera vidas
pasadas, y pudiera escoger alguna de ellas, escogería ser como Liza Minelli en
Cabaret, osea como Sally Bowles.
Desde no hace
demasiado tiempo (digamos unos cinco años) he descubierto que bailar me encanta.
Siempre me ha encantado. Recuerdo cuando tenía como tres o cuatro años y me ponía a
bailar con mi papa sin ninguna razón en específico, sólo por el gusto de
bailar. Pero estar consciente de que es algo que realmente me encanta es algo
que sucedió hasta hace no mucho, lo cual no es bueno, porque de haberlo sabido
antes hubiera presionado insistentemente a mis papás cuando era pequeña para
que me metieran a todo tipo de clases de baile además de las ocasionales clases
de jazz a las que llegué a ir.
Supongo que ha de ser
por las endorfinas y todos esos motivos científicos por las que bailar pone de
buenas a la gente, pero desde mi punto de vista es mucho más que eso. Creo que
no hay nada más emocionante que bailar alguna salsa movidona, nunca he tenido
una mejor conciencia de mi cuerpo que durante mis clases de jazz del Tec, y
también bailar saca mi lado más cachondo ¡Cómo me encanta!
Entonces me doy cuenta
de que si bien ya no existen cabarets como los de Chicago, en donde podría
hacer un enorme despliegue de sensualidad a través del juego de la actuación,
sí puedo continuar con lo que ha sido mi única amante de toda la vida, la
incondicional y permanente pasión por bailar.
Esas ganas de cerrar
los ojos al ejecutar cada paso, esa sensación de que cada movimiento sigue
naturalmente al anterior y que mi cuerpo es uno con la música, eso es lo que sólo puedo sentir cuando bailo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario